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- Te serviré una copa
- Sí, me apetece. Tengo la sensación de que floto entre dos cosas.
- ¿Qué cosas?
- Tú y el abismo.

Engaño. Philip Roth

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En Nueva York me sentí como en casa porque todo el mundo me parecía raro, más raro que yo.
La luz neoyorquina resalta las aristas y los recovecos del carácter y traza perfiles singulares. Las peculiaridades de cada uno se hacen visibles y cualquier persona normalita, bien mirada, muestra un punto excéntrico. Quizá sea por el trajín, por el relativo desarraigo o por el desorden horario de una metrópoli que no duerme (eso es rigurosamente cierto), o porque la gente se libera de ciertos convencionalismos

Historias de Nueva York. Enric González.