Y a partir de aquel día me propuse
este objetivo desesperado: ir persiguiendo a ese extraño que estaba en mí y que
escapaba a mi conocimiento; ese al que no podía detener delante de un espejo
porque enseguida se volvía yo tal como me conocía; ese que vivía para los demás
y que yo no podía conocer; que los demás veían vivir y yo no. También yo quería
verlo y conocerlo, igual que los demás lo veían y conocían.
Uno, ninguno y cien mil. Luigi Pirandello.
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