Un día desperté, me incorporé en la cama y sonreí. Ya no sentía dolor. Y
de golpe comprendí que la persona justa no existe. Ni en el cielo ni en la
tierra, ni en ningún otro lugar. Simplemente hay personas, y en cada una hay
una pizca de la persona justa, pero ninguna tiene todo lo que esperamos y
deseamos. Sólo hay personas. Y en cada una hay siempre un poco de todo, es a la
vez escoria y un rayo de luz...
La mujer justa. Sándor Márai.
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